Hoy contamos con las reflexiones de Sergio Lerma sobre el ejercicio de la fisioterapia y la práctica clínica basada en la evidencia, partiendo de una mirada crítica hacia las visiones cerradas a una práctica monodisciplinar.
"Hace tiempo los amig@s de efisiopediatric me hicieron una propuesta, una reflexión acerca de la importancia de la práctica basada en la evidencia.
Hoy, camino de Madrid y después de ver mucha ciencia en el congreso de la Sociedad Española de Reumatología, me atrevo a retomar el guante que amablemente me ofrecieron hace tiempo.
Si bien no intento exponer un dogma de fe, más bien una opinión acerca de la situación, soy consciente de que en algún momento sonaré polémico y poco corporativista. Mi ponencia de hoy ha partido de la autocrítica, la reflexión personal acerca del crecimiento del ejercicio de la fisioterapia sobre una base obscenamente obsoleta que es la “experiencia” y el “criterio del experto”. Ninguno de estos argumentos tiene sentido en una realidad compleja y poco comprendida como es el ámbito de la diversidad funcional en pediatría. El niño paciente es una realidad compleja, su desarrollo en todas las dimensiones, así como su percepción del entorno son parcialmente predecibles y con ello tratables sólo si conocemos en profundidad todos los detalles. La obsesión del científico por conocer todas las aristas de la figura y la compleja interacción entre las mismas es la que lleva al conocimiento. Es crítico dimensionar de forma concreta y reproducible cada una de las variables que pensamos pueden afectar al desarrollo y la salud músculo-esquelética del niño. Sólo el conocimiento nos permitirá darnos cuenta de lo ridículo de nuestra participación aislada en el intento de manejo de problemas de gran complejidad. El sinsentido de la práctica monodisciplinar y la sensación de heroicidad del fisioterapeuta luchando contra “dragones” en una consulta de 3 por 2 empieza a carecer de sentido.
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Amig@ “el método” no funciona, es demasiado pequeño para abarcar algo tan grande. Para y piensa un segundo, si no mides ni evalúas el enorme tamaño de tu adversario, puedes seguir luchando contra él, haciendo que la patología gane batallas que harán al niño más enfermo y menos feliz. Si decides tomar la pastilla azul, empezarás a medir, a evaluar, a concretar y en ese preciso momento en el que todo empiece a ser de dimensiones desproporcionadas leerás que los “dragones” se combaten entre muchos y que sólo el enfoque multidisciplinar de los problemas clínicos tiene sentido en este tipo de escenarios.
Toma aire, la aventura sólo acaba de empezar. Todo aquello que parecía correcto, basado en la evidencia y demás, necesita una profunda revisión. Gran parte de los ríos de tinta escritos sobre el correcto manejo del niño con problemas neurológicos tiene una perspectiva monodisciplinar, cada uno estudia y escribe de “lo suyo”, pero usa al niño que pasa a ser una realidad parcelada, plasmando de nuevo una realidad falsa y poco reproducible. Son los científicos los que tienen ahora la obligación de orientar la investigación en pro de la mejora del niño, de su evolución y no de los resultados de “su método”.
Mi sentimiento de tristeza ante la situación actual en el que se hace práctica basada en la práctica y ciencia para la ciencia me conduce por el camino de la rebeldía. Soy parte de un grupo de “galos que resiste a la opresión” y usando la canción de La Polla Records, “venceremos usando una poción mágica, el cerebro”. Permítame una pregunta amigo lector, ¿sabe cómo funciona un cerebro humano? Interesante ver cómo cuanto más se conoce, menos osado es el entrevistado. El conocimiento parcial del funcionamiento del órgano lesionado hace que las estrategias empleadas se basen en parcelas. Empezamos a ser conscientes de lo brutal de nuestra osadía intentando ofrecer “terapia” sin conocimiento. Las necesidades de conocer, investigar y aplicar la neurociencia actual implican que dimensionemos nuestras actuaciones sobre lo que con certeza sabemos. Si, “el método” está basado en humo, conjeturas que parecían funcionar, carentes de norte y que necesitan ser comprobadas experimentalmente. Los experimentos actuales no sirven para nada, no dimensionan el problema en su magnitud y se centran en problemas que no son clínicamente relevantes.
Llegado a este punto, el rebelde se convierte en visionario. La crudísima realidad en la que la investigación está movida por intereses económicos o curriculares y la práctica clínica por el ego y el vil metal, no hay otra opción que la construcción de nuevos horizontes. Mira al frente y dibuja más allá de lo que existe. Piensa en el fin último de la investigación clínica, el conocimiento de la enfermedad, de su comportamiento, el impacto de la misma sobre la vida del niño y la necesidad de datos que soporten todas estas realidades. Sobre los datos, decisiones. Sin temor ni duda, el rigor del método científico es un camino que nos hace más humanos. Sólo ofrecer lo mejor se puede considerar bueno, sólo lo mejor de lo bueno puede considerarse terapia, sólo haciendo ciencia podemos mirar a la cara a los niños y sus familias y darles las gracias por confiar su salud en nosotros. Sobre las barreras infranqueables de la enfermedad, construiremos las preguntas de investigación y daremos contenido a nuestros proyectos de investigación. Los laboratorios se deben llenar de límites que sólo el estudio y la investigación pueden superar.
En esta partida, si no sumas, restas".
Por Sergio Lerma Lara. Fisioterapeuta. MSc, PhD. |