¿Cómo afectan la actividad física y el comportamiento sedentario la competencia motora en niños con trastorno del espectro autista en comparación con niños con un desarrollo típico? Un estudio piloto

REVISIÓN DE ARTÍCULO

How Do Physical Activity and Sedentary Behaviour Affect Motor Competence in Children with Autism Spectrum Disorder Compared to Typically Developing Children: A Pilot Study

Thomas S, Barnett LM, Papadopoulos N, Lander N, McGillivray J,  Rinehart N

. Journal of Autism and Developmental Disorders,  2022 Aug;52(8):3443-3455

 


El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por deficiencias en la comunicación e interacción social, junto con patrones de comportamiento restringidos y repetitivos. Sin embargo, el deterioro motor es una característica común de los niños con TEA, que afecta aproximadamente al 21-79 % de los niños en edad escolar primaria con un diagnóstico de TEA, en comparación con el 5-6 % de los niños con desarrollo típico. Si bien la discapacidad motora no es oficialmente una característica central del TEA en el DSM-5, las revisiones sistemáticas de la literatura sugieren que la mayoría de los niños con TEA tendrán algún tipo de discapacidad motora.

Para abordar el deterioro motor, es importante que los niños tengan oportunidades para el desarrollo motor. La competencia motriz se define como el dominio de las habilidades físicas, incluidas las habilidades motoras gruesas (p. ej., correr) y finas (p. ej., destreza manual), así como los patrones subyacentes de movimiento (p. ej., coordinación, control y calidad del movimiento) que permiten la participación en actividades físicas. 

El término competencia motora se usa típicamente como un término general para los diversos mecanismos que describen el movimiento dirigido a un objetivo, como las habilidades de movimiento fundamentales (activación de grandes grupos musculares clasificados como control de objetos y habilidades locomotoras). 

La complejidad de la competencia motriz lleva a que no se pueda capturar a través de la simple medición de una habilidad particular o incluso un conjunto de habilidades (es decir, motricidad fina o gruesa). La medición de la competencia motriz puede ser objetiva, subjetiva o un híbrido de ambos tipos de mediciones, y cada forma tiene su propio conjunto único de fortalezas y limitaciones .

Los métodos objetivos comúnmente utilizados en la evaluación de habilidades motoras son las evaluaciones de procesos y productos. Las pruebas orientadas a procesos miden la calidad del movimiento como por ejemplo la Prueba de Desarrollo Motor Grueso (Test of Gross Motor Development, TGMD) mientras que las evaluaciones orientadas al producto miden el resultado del movimiento (es decir, el número de capturas, como por ejemplo, la Batería de evaluación del movimiento para niños-2 (Movement Assessment Battery for Children, MABC 2)

A pesar de los beneficios de usar baterías de movimiento estándar, es posible que una proporción de niños con TEA no pueda completarlas debido a los bajos niveles de competencia motora, la falta de motivación, la gravedad del TEA y capacidad cognitiva, lo que genera desafíos para comprender y seguir instrucciones y el potencial de resultados de medición inexactos. Por lo tanto, la medición subjetiva, como el informe de los padres, puede ser una forma eficiente y factible de obtener información inicial sobre la competencia motora de los niños con TEA.  Así mismo, si se identifica que un niño tiene baja competencia motriz, se pueden implementar evaluaciones de movimiento objetivas para resaltar áreas específicas de dificultad y desarrollar una intervención dirigida apropiadamente. 

Investigaciones previas indican que los déficits en el desarrollo de habilidades motoras (es decir, deterioro motor) pueden estar presentes antes que los déficits en la interacción social y la comunicación en los niños con TEA, y que los déficits en las habilidades motoras pueden exacerbar los déficits en las habilidades sociales y de comunicación, como la interacción social.

Así mismo,  se ha visto que las deficiencias en las habilidades motoras pueden estar entre los primeros signos medibles de TEA. Y los déficits motores como “marcha extraña, torpeza y otros signos motores anormales (p. ej., caminar de puntillas)” se incluyen como características asociadas del trastorno en el DSM-5, aunque no se consideren características  fundamentales del TEA. Además, se han documentado déficits en la praxis, la planificación motora, la marcha, la coordinación y el control postural en personas con TEA, junto con retrasos en los dominios motores gruesos y finos. 

Si bien investigaciones anteriores indican que la capacidad motora puede mejorar a medida que los niños crecen, ya sea como resultado del desarrollo natural o debido a una intervención temprana, la variabilidad en los niveles de capacidad motora en niños con TEA es más pronunciada que en los niños con desarrollo típico en la misma etapa de desarrollo.

También cabe señalar que una función motora más deficiente se asocia con una mayor gravedad de la sintomatología del TEA y trastornos emocionales/conductuales.

Diferentes investigaciones han investigado el deterioro motor en el rango 3 a 6 años del MABC-2, con resultados que indican que los niños con TEA tienen o están en riesgo de desarrollar deterioro motor (hasta el 79-82 % de los niños). Respecto a las evaluaciones de procesos (usando el TGMD-2), pocos estudios han examinado explícitamente las habilidades motoras en niños de cuatro a seis años con TEA. Sin embargo, uno de estos estudios ha informado que la subescala de habilidades de control de objetos del TGMD-2 predijo significativamente la gravedad del TEA en niños de seis a 15 años con TEA. Y otro estudio ha informado que los niños con TEA se desempeñaron significativamente peor en las subescalas locomotoras, de control de objetos y en el TGMD-2 total, en comparación con los niños con desarrollo típico. Las implicaciones de la competencia motora reducida pueden afectar las tareas diarias (es decir, vestirse), y reducir los niveles de actividad física, lo que puede dar lugar a mayores niveles de aislamiento social. 

Respecto a la actividad física y el comportamiento sedentario, se ha presentado un modelo recíproco entre la competencia motora y la actividad física (Stodden et al, 2008) junto a los factores asociados que permiten o dificultan esta asociación a lo largo de la infancia y la adolescencia. Por otro lado,  se ha sugerido que la participación en actividad física impulsa la competencia motora en los niños pequeños, y que los niveles más altos de actividad física brindan más oportunidades para desarrollar habilidades motoras.

Esta relación recíproca entre la competencia motora y la actividad física también se ha establecido en investigaciones en niños mayores (7-12 años) con dificultades de movimiento, como DCD o niños con discapacidad intelectual, encontrando asociaciones positivas entre niveles más altos de habilidades motoras y participación.

Un estudio reciente de actividad física moderada a vigorosa informó que los niños más pequeños, de 4 a 6 años, con TEA tenían niveles similares de actividad física que los niños desarrollo típico, sin embargo ambos grupos no cumplieron con los requisitos mínimos de la Organización Mundial de la Salud (2019) de 60 min de actividad física moderada a vigorosa por día. Así mismo, los adolescentes con un diagnóstico de TEA generalmente realizan menos actividad física que sus iguales con desarrollo típico. Los niños con TEA tienen menos oportunidades de participar en actividad física que sus compañeros con desarrollo típico y tienen un 60 % menos de probabilidades de participar en actividad física regular.

Esta aparente reducción de la actividad física a medida que los niños con TEA se hacen mayores puede deberse a la incapacidad de desarrollar completamente las habilidades de movimiento fundamentales, que se consideran los componentes básicos para un movimiento más progresivo y habilidades específicas del deporte.

Independientemente de la actividad física, el sedentarismo prolongado afecta negativamente a la salud de los niños. El sedentarismo prolongado se asocia con peores perfiles físicos, mentales, sociales y académicos, independientemente del diagnóstico. 

Mientras que los niños mayores con TEA participan en niveles más altos de sedentarismo prolongado que los niños con desarrollo típico, los niños más pequeños parecen participar en cantidades similares de sedentarismo prolongado que los niños con desarrollo típico, con ambos grupos participando en cinco veces las cantidades recomendadas por la OMS (2016) de un máximo de 60 min de sedentarismo prolongado diarios. 

Se han observado asociaciones entre el sedentarismo prolongado y la habilidad motora en poblaciones con desarrollo típico, y se ha informado que aquellos que participan en niveles más altos de sedentarismo prolongado tienen niveles más bajos de habilidades motoras medidas objetivamente. Sin embargo, se han reportado diferencias significativas en los niveles de sedentarismo prolongado en niños pequeños (de 2 a 5 años) con TEA en comparación con niños con desarrollo típico, indicando que la habilidad motora puede no ser un factor que contribuya a la participación en sedentarismo prolongado.

Es importante establecer la interacción entre actividad física, sedentarismo prolongado y la habilidad motora en niños en edad preescolar y primaria, ya que este es un período crítico en el desarrollo de la habilidad motora que prepara el escenario para el futuro compromiso con la actividad física, a medida que la actividad física infantil avanza hacia la adolescencia y la edad adulta. Haciendo de la infancia un momento fundamental para intervenir y desarrollar conductas positivas de actividad física. 

El modelo de Stodden se ha aplicado en el campo de los TEA con niños mayores y adolescentes demostrando que los niños con TEA realizan menos actividad física, tienen mayores niveles de sedentarismo prolongado y tienen peores habilidades motoras que los niños con desarrollo típico. 

Pocos estudios han considerado el impacto que tiene la actividad física en las habilidades motoras de los niños con TEA. La mayoría de los estudios de habilidades motoras en esta población se han centrado en mejorar el funcionamiento emocional y conductual, o en la reducción de comportamientos restrictivos y repetitivos. Y hasta la fecha, solo dos estudios han utilizado medidas objetivas de habilidades motoras y actividad física en niños con TEA

Ninguna investigación ha explorado explícitamente cómo la competencia motora, un déficit bien establecido en niños mayores con TEA, podría estar asociada con actividad física y sedentarismo prolongado en niños de cuatro a siete años con TEA. Hasta la fecha, ninguna investigación ha investigado el nivel de habilidad motora en niños pequeños con TEA en comparación con los niños con desarrollo típico utilizando múltiples pruebas objetivas y subjetivas estandarizadas de competencia motora, lo que puede mejorar aún más el conocimiento de la naturaleza compleja de la competencia motora.

Comprender la trayectoria de desarrollo de los niños pequeños con TEA puede proporcionar un camino más claro para las intervenciones para mejorar la competencia motora a medida que se desarrollan, mejorando así los resultados funcionales como la actividad física y la comunicación social. 

Objetivos

Los objetivos del presente estudio fueron:

(1) determinar el nivel de competencia motora en niños de 4 a 7 años con TEA en comparación con niños con desarrollo típico usando medidas objetivas y subjetivas

(2) determinar si la actividad física y el sedentarismo prolongado de intensidad moderada a vigorosa medidas por el acelerómetro están asociadas con la competencia motora 

(3) determinar si la influencia de actividad física o sedentarismo prolongado de intensidad moderada a vigorosa en la competencia motora difiere para los niños con TEA en comparación con los niños con desarrollo típico. 

Metodología

El estudio se ha llevado a cabo con 17 niños con diagnóstico confirmado de TEA (con una puntuación de más de 59 en la escala de respuesta social (SRS-2) de 4 a 7 años y una muestra emparejada de 17 niños con desarrollo típico.

Medidas 

Se recogieron los datos demográficos: fecha de nacimiento y el sexo del niño, situación laboral, nivel educativo más alto y estado civil de los padres 

Se evaluó la competencia motora mediante el Batería de evaluación del movimiento para niños-2 (Movement Assessment Battery for Children, MABC 2) , la cual consta de ocho ítems que derivan en puntuaciones estándar de 3 componentes (destreza manual, apuntar y atrapar, y equilibrio) y proporciona 3 niveles de competencia motora (sin problemas, en riesgo, problemas motores definidos). 

Las habilidades de movimiento fundamentales se evaluaron utilizando el Prueba de Desarrollo Motor Grueso (Test of Gross Motor Development, TGMD-2) . Se evaluó mediante las subescalas de control locomotor y de objetos, y se sumaron para obtener una puntuación individual total. Esta puntuación individual total posteriormente se convirtió en una puntuación estándar basada en la edad y el sexo del niño. 

Puedes saber más sobre  estas herramientas de medición en la Sección de Herramientas para Valoración

También se llevó a cabo la evaluación de la competencia de la habilidad de movimiento fundamental por parte los padres, utilizando una versión adaptada de la Escala pictórica de la competencia de habilidad de movimiento percibida (PMSC). Esta versión para padres ha sido diseñada para evaluar las percepciones de los padres sobre la competencia habilidades de movimiento fundamentales de sus hijos en 12 habilidades de movimiento fundamentales (seis habilidades locomotoras y seis de control de objetos).  Las puntuaciones de carrera, galope, saltos  y deslizamiento se suman para formar la puntuación de competencia locomotora, mientras que las puntuaciones de lanzar, atrapar, rodar, patear, saltar y rebotar se suman para obtener una puntuación de competencia de control de objetos. La puntuación de competencia de habilidades de movimiento fundamentales se calcula sumando las puntuaciones de competencia locomotora y de control de objetos.

La participación en actividad física y el comportamiento sedentario se evaluó utilizando acelerómetros Actigraph, que proporcionan una evaluación objetiva de la intensidad y duración de la actividad física. Todos los padres recibieron instrucciones sobre el uso del acelerómetro por parte de su hijo, que debía usar durante ocho días consecutivos, retirando únicamente cuando dormían o mientras realizaban actividades acuáticas. 

La habilidad cognitiva se evaluó utilizando instrucciones estandarizadas con las Escalas de inteligencia preescolar y primaria de Wechsler IV (WPPSI-IV) o el Perfil psicoeducativo 3 (PEP-3) si debido a su baja capacidad cognitiva no podían ser evaluados mediante el WPPSI-IV.

Discusión

Ante una primera hipótesis plantea en este estudio, en la que se consideraba que los niños con un diagnóstico de TEA iban a tener un desempeño significativamente más bajo en todas las medidas de competencia motora en comparación con los niños con desarrollo típico, los resultados del estudio  encontraron apoyo parcial a esta primera hipótesis, según lo medido por el MABC-2, TGMD-2 y el informe de los padres. Los resultados indicaron una diferencia significativa entre los grupos con TEA y con desarrollo típico únicamente en la subescala de equilibrio y coordinación MABC-2. Estos hallazgos están en línea con investigaciones anteriores que informaron diferencias significativas entre niños con y sin TEA, según lo medido por la subescala de equilibrio y coordinación MABC-2.

Las investigaciones anteriores que utilizaron el MABC-2 no se han centrado específicamente en esta subescala, sin embargo, una reciente revisión sistemática señala que los niños con TEA de mayor gravedad tenían más problemas con esta subescala. Además, los niños con TEA junto a discapacidad intelectual tenían niveles más altos de deterioro que los niños solo con TEA o solo con discapacidad intelectual. Por lo que los resultados de rendimiento similar encontrados entre los grupos con TEA y con desarrollo típico de este estudio actual sobre las subescalas MABC-2 de destreza manual y habilidades con el balón está en conflicto con investigaciones anteriores. Estos resultados posiblemente se deban a la edad más joven de los niños en el estudio actual. Pudiendo reflejar el período de desarrollo y el refinamiento de las habilidades motoras finas en todos los niños pequeños, independientemente del diagnóstico. 

Un hallazgo interesante del actual estudio es que solo el 30% de los niños con TEA del estudio estaban en la zona ámbar (en riesgo de dificultades de movimiento) o zona roja (dificultades de movimiento definidas) del MABC-2, siendo valores más bajos comparado con investigaciones anteriores. Esto podría relacionarse con la capacidad cognitiva de los niños, ya que solo un niño en el estudio actual presentaba TEA y retraso intelectual. 

La investigación sobre el impacto de la discapacidad intelectual en la competencia motora es mixta, y algunos estudios encuentran que los niños con TEA se desempeñan peor que los niños que solo presentan discapacidad intelectual y otros han encontrado que los niños con TEA y discapacidad intelectual rindieron peor que los niños con TEA solo.

Por otro lado, proporcionando apoyo a esta primera hipótesis, los niños del grupo con TEA se desempeñaron significativamente peor en ambas subescalas de la TGMD-2 y la escala total de TGMD-2 que los niños del grupo con desarrollo típico. Los niños del grupo con TEA se desempeñaron significativamente peor que los niños del grupo con desarrollo típico en todas las habilidades, según lo medido por la evaluación de representación de los padres de habilidades de movimiento fundamentales. Tales hallazgos respaldan investigaciones anteriores sobre deficiencias motoras en niños con TEA en edad escolar primaria, y encontraron diferencias significativas entre niños con y sin TEA en la medición de habilidades de movimiento fundamentales lo que puede explicar la menor participación en actividad física en la niñez tardía y la adolescencia.

Estos hallazgos mediante la medición objetiva de habilidades de movimiento fundamentales y la medición subjetiva de las habilidades fundamentales de movimiento informado por los padres se alinearon para los grupos con TEA y con desarrollo típico, lo que indica que las evaluaciones de habilidades de movimiento fundamentales informadas por los padres en niños pequeños pueden ser una herramienta útil para las evaluaciones motoras iniciales, o cuando el niño no puede completar un evaluación motora objetiva.

La segunda hipótesis, en la que se consideraba que la actividad física de moderada a vigorosa estaría asociada con la competencia motora y que esta asociación sería más fuerte para los niños con TEA en comparación con los niños con desarrollo típico, fue parcialmente respaldada, ya que la actividad física de moderada a vigorosa no predijo significativamente una diferencia en Puntajes totales o subescalas de MABC-2 o TGMD-2.

Sin embargo, la actividad física de moderada a vigorosa fue el predictor más fuerte de habilidades de movimiento fundamentales informado por los padres, y los niños en el grupo con desarrollo típico se desempeñaron mejor que los del grupo con TEA. Esto se alinea con el modelo presentado por Stodden et al. quienes indican que mayores niveles de actividad física pueden mejorar el desarrollo de la competencia motora en niños pequeños.

Los niños en los grupos con TEA y con desarrollo típico participaron en un promedio de 87 minutos de actividad física de moderada a vigorosa por día, que es mayor que las recomendaciones de la OMS (2019) de 60 minutos por día para niños mayores de cinco años. Este alto nivel de cumplimiento con las pautas de actividad física de moderada a vigorosa en ambos grupos puede haber tenido un impacto en los análisis restantes, ya que la investigación ha indicado que aquellos que participan en niveles más altos de actividad física pueden tener niveles más altos de competencia motora. Así como estos hallazgos respaldan estudios anteriores sobre el impacto positivo que la actividad física puede tener en el desarrollo de habilidades motoras.

La tercera hipótesis, donde se planteaba que los niveles más altos de comportamiento sedentario se asociarían con una competencia motora más baja y que esta asociación sería más fuerte para los niños con TEA en comparación con los niños con desarrollo típico, fue respaldada parcialmente y refleja investigaciones previas. Los niños del grupo con desarrollo típico, independientemente del nivel de sedentarismo prolongado, se desempeñaron significativamente mejor en la subescala de equilibrio y coordinación del MABC-2 que los niños con TEA, lo que respalda investigaciones anteriores en niños en edad preescolar.

Conclusión

Los hallazgos del actual estudio indican altos niveles de actividad física de moderada a vigorosa en los grupos con TEA y con desarrollo típico. Los altos niveles de cumplimiento con las pautas de actividad física pueden explicar las tasas más bajas de deterioro motor en el grupo con TEA en comparación con la literatura anterior. Estos hallazgos refuerzan aún más la importancia de una participación positiva establecida en la actividad física de moderada a vigorosa, que a su vez desarrolla las habilidades locomotoras, el estado físico relacionado con las habilidades y las habilidades de manipulación y aumenta la probabilidad de una mayor participación en el deporte a medida que los niños crecen. 

Establecer niveles apropiados de participación en actividad física y sedentarismo prolongado de moderados a vigorosos durante los primeros años escolares es importante para el desarrollo de todos los niños y puede ser una importante vía de intervención temprana para el deterioro motor en niños con TEA.